viernes, 23 de agosto de 2013

Borrando las huellas de la arena

Típicos tópicos que se acumulan en la cabeza cuando ves que se acerca el fin de curso , un poco de: me da pena que se terminen la clases, voy a echar de menos a mis amigos, muchos  proyectos para realizar un verano, que como el de todos, tan solo tiene tres meses.
 Muchos planes de vida, de empezar algo de cero, de sacarse el curso que tenías pendiente, de hacerte ese tatuaje que llevas tiempo pensando, de visitar cien lugares, doscientas personas y trescientas discotecas, y por supuesto, hacer todo esto mientras ahorras para el curso que viene.
Qué ocurre cuando pegas un par de suspiros y te das cuenta de que estas a finales de agosto, que tu lista de cosas por hacer sigue llena y tu cartera vacía. Te acaba de pillar el toro, literalmente, te paras a pensar que has tirado un verano a la basura, pero que tienes la cabeza llena de recuerdos inolvidables, no quieres que el verano acabe, no quieres que empiece ese curso que tanto añorabas, quieres quedarte de vacaciones para siempre.
Levantarte tarde, mirar por la ventana, que luzca el sol y la gente pase con una sonrisa en la cara.
Sinceramente no sé muy bien porque las personas tendemos a pensar que vamos a añorar todo lo que tenemos, si sabemos que cada cosa a su debido tiempo nos va a llenar la vida tal y como debe hacerlo.
Que de aquí a tres meses estaremos en pleno curso, pensando que no necesitamos nada más para ser felices, sintiéndonos en nuestro lugar, elegido o no por nosotros, pero nuestro hogar al fin y al cabo.
Me da mucha pena la gente que hace planes de futuro a largo plazo; pero no los que dicen, quiero vivir aquí, o voy a estudiar allá, no. Aquellos que previenen sus propios sentimientos, que saben, o creen que saben como se van a sentir y qué decisiones van a tomar.
De verdad puede existir alguna vida tan vacía y monótona que te haga saber como vas a reaccionar ante cualquier situación?
Hoy es viernes, mañana tengo una fiesta y nisiquiera sé que ropa voy a llevar ni a qué hora voy a salir de casa, porque vivir sin planear es uno de los grandes placeres que este mundo te brinda.
Y mira que mi mayor miedo es perder el control de cualquier situación, pero este año, si hay algo que he aprendido es que las cosas nunca acaban como empiezan y que la vida está llena de sorpresas ante las que no tenemos una respuesta grabada.

Puede que me esté comportando por un lado como la mayor vividora liberal que existe y por otro como un simple robot que se ajusta al entorno en el que se encuentra en cada momento, pero para mi esto es la vida, una de cal y una de arena cuando sea necesario.
 Hay que hacer por mejorar el lugar en el que te encuentras, no cambiar de lugar, por favor, no seamos cobardes huyendo de todo.
De este verano me he quedado con las ganas de perfeccionar todo lo que esté en mi mano, y si se extendiera este espíritu, viviríamos todos construyendo un mundo más perfecto.

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